Apr 08, 2023
AP FOTOS: Como 'campesinos del mar' de España, grupos de mujeres cavan en busca de almejas
Se abren en abanico, en su mayoría mujeres, caminando pesadamente con botas de lluvia por el suelo empapado.
Se abren en abanico en grupos, en su mayoría mujeres, caminando pesadamente con botas de lluvia por las arenas mojadas y empapadas de la ensenada, aprovechando al máximo la marea baja.
Empujando junto con rastrillos y cubos, charlan y ríen alegremente. Estos son buscadores de almejas, o como ellos mismos se llaman, "los campesinos granjeros del mar".
Con la cara enrojecida por los vientos costeros y el trabajo duro, usan coloridos pañuelos en la cabeza y ropa de casa ordinaria, cortando un paisaje de pintura al óleo perfecto contra el cielo azul llamativo y las nubes blancas tenues en las horas frías al amanecer.
La recolección de almejas en las extensas calas de Galicia, en el noroeste de España, es una tradición arraigada, transmitida de generación en generación.
“Mi madre me hizo convertirme en mariscadora”, cuenta Mari Carmen Vázquez, de 57 años, jefa del colectivo de mariscadoras de la ensenada de Lourizan. "No había otro futuro".
En el pasado, las mujeres del pueblo de Lourizan arrastraban las arenas húmedas mientras sus maridos se hacían a la mar, a menudo durante varios meses seguidos.
Se utilizan dos técnicas muy básicas: una es con un rastrillo para raspar la arena blanda y sacar tantas almejas como sea posible. Otros coleccionistas se ponen impermeables de neopreno o ropa de pesca fluvial y se adentran hasta la cintura en las frías aguas más alejadas de la ensenada. Usan un rastrillo conectado a una jaula de metal para raspar y tamizar la arena del fondo del mar antes de sacar la captura.
A estos excavadores se les permite alrededor de 10 kilogramos (22 libras) en total de dos tipos diferentes de almejas cada día. Las mareas y el clima dictan cuándo pueden funcionar, pero también hay períodos en los que la contaminación del agua obliga a prohibir la pesca de mariscos. En estos días, admiten, las almejas de todo tipo son mucho más escasas, posiblemente debido al cambio climático.
Los recolectores venden su captura en el mercado de pescado de la ciudad desde donde se distribuye a los pescaderos de todo el país antes de terminar como platos caros en restaurantes y hogares.
Los campos de almejas se reponen constantemente sembrando o plantando almejas que no se pueden vender. Las áreas ya cosechadas son acordonadas para permitir su recuperación, manteniendo una industria cíclica y sostenible.
Las mujeres relatan que hace décadas, el trabajo era mucho más duro, sin ropa protectora y sin seguridad social para cubrir los períodos de inactividad. Muchos de ellos ni siquiera sabían nadar.
"Estaba mal visto. Nadie quería hacerlo", dice Fátima Seoane, de 52 años, quien ayudó a su madre y abuela cuando era niña. "La gente nos llamaba carroñeros".
Hoy en día, sus trabajos están regulados y se les garantiza una especie de salario, lo que les da cierta independencia económica, tanto que hay listas de espera para permisos que pueden tardar años en obtenerse.
Los buscadores de almejas trabajan unas tres horas al día durante 15 o 16 días al mes. En promedio aportan 100 euros ($107) por turno, dependiendo de los precios del mercado.
"No cambiaría este trabajo por otro". dice Seoane. “Es muy cómodo, no hay jefes, tenemos nuestras risas, trabajas a tu ritmo y cuando quieres descansar, descansas”.